sábado, 10 de agosto de 2013

Honduras: La pobreza tiene rostro de mujer


En zonas rurales de los departamentos de Lempira e Intibucá la mayoría de hogares son jefeados por madres solteras.
Su piel está reseca por el frío y sus manos callosas por el duro trabajo que realiza. Andrea Hernández tiene apenas 35 años, pero parece que pasara de 50. Su contextura delgada y la palidez de su rostro contrastan  on su pelo negro y el atuendo campesino que lleva puesto ya comienza a decolorarse. Muy sincera dice que no podrá tener otro vestido en mucho tiempo porque apenas gana treinta lempiras al día.

Es madre de siete hijos y su preocupación diaria es qué comerán sus niños. El menor, de 14 meses, aún no camina. Con suerte consiguieron este día dos huevos para el almuerzo, frijoles “chinapopos”, sal y tortillas.

LA PRENSA llegó hasta la casa de Andrea, una choza de baharaque con piso de tierra. En un rincón hay una cama pequeña donde duerme con sus siete hijos. Ella es un reflejo de la realidad de las mujeres en el Occidente del país, son madres solteras que luchan para salir adelante. Más allá en la misma aldea de Santa Rosita, en el municipio de Santa Cruz, Lempira, María Humberta Díaz vive una historia parecida. La diferencia es que el techo de su casa tiene menos agujeros que el de Andrea y todavía no tiene puertas.


Al recorrer casa por casa en las aldeas de Santa Cruz, uno de los municipios más pobres de Lempira, con ocho mil habitantes, se puede comprobar que la mayoría de hogares son dirigidos por madres solteras. Mujeres que han quedado embarazadas hasta once veces y cuyos hombres las han abandonado porque tienen otro hogar o porque sencillamente no quieren hacerle frente a la responsabilidad, según sus relatos.

Esas mujeres han levantado paredes de tierra con esfuerzo propio y están criando a sus hijos, pero la falta de figura paterna y un programa de apoyo a estas féminas lencas agravan la situación. Estos meses han sido difíciles para todos porque las milpas no produjeron suficiente, el trabajo ha mermado y el clima afectó los cultivos.

Sumado a ello, sus hijos no están recibiendo clases por el conflicto en Educación y por ende, la merienda escolar. Tampoco pueden salir a trabajar, pues deben cuidar a sus hijos o llevarlos con ellas.

Muchas mujeres atraviesan situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar, acoso y abuso sexual e incesto, pero no se atreven a denunciar por temor. Algunas lo han hecho, cuentan las autoridades de los municipios, gracias a programas de apoyo. La mayoría es analfabeta y se esfuerza por tener a sus hijos en la escuela, pero ante las constantes huelgas los han retirado.

Miseria y abandono

Las escenas son las mismas sólo cambian de lugar en aldeas polvorientas de Intibucá, Lempira y La Paz, donde campea la desnutrición, la pobreza, la miseria y el analfabetismo.

Las mujeres son padres y madres. Trabajan de sol a sol para sacar adelante a sus hijos, hacen sus milpas y los quehaceres domésticos. Es normal ver mujeres con pañuelos en la cabeza trabajando en la tierra armadas de un azadón y de machetes. Pero, aunque tengan a un compañero de hogar, su trabajo no es valorado, ya que al consultar quién mantiene la casa, las mismas féminas dicen que los hombres y además al consultar sobre las actividades que realizan para la generación de ingresos, solamente hacen referencia a las actividades que realizan los hombres. La actividad de oficios domésticos aparece como única fuente de ingresos para las mujeres, sin destacar su labor productiva. “Yo tengo cuatro hijos, me dejé con el marido y corto café cuando hay temporada, además hago pan y tamales para poder mantener a mis hijos”, dice María Vásquez, originaria de Gualcinse, Lempira.

Una ventana
Las mujeres que han tenido oportunidad de participar en programas de Organizaciones no Gubernamentales han cambiado su mentalidad y hasta buscan participación en proyectos locales, pero no todas tienen la oportunidad.

Según un estudio de la Asociación de Organizaciones no Gubernamentales, Asonog, en la mancomunidad Cafeg, conformada por siete municipios: Candelaria, Gualcinse, Piraera, San Andrés, Erandique, Santa Cruz y San Francisco en el departamento de Lempira, figuran dentro de los más pobres del país. Son sitios aislados con grandes distancias por recorrer, difícil acceso y pocos medios de transporte que limita a las mujeres y demás población a participar en procesos a ejecutar de forma activa y permanente para reducir la pobreza.

Las necesidades estratégicas de las mujeres en la zona están identificadas con la condición de subordinación y violencia machista.

El vicealcalde del municipio de Santa Cruz, Lempira, Alejandro Hernández, está consciente que el problema es grande porque la mayoría de hogares están en manos de mujeres madres solteras cuyos compañeros de hogar han emigrado a otros lugares y otros las han abandonado dejándolas con muchos hijos.

Igual situación se vive en el municipio de Yamaranguila, Intibucá, donde las campesinas lencas son el sostén de sus hogares por las mismas situaciones que atraviesan las féminas en Lempira y La Paz.

Según la información que maneja la Organización Intibucana de Mujeres Las Hormigas, el índice de analfabetismo en las mujeres aún es alto, a pesar de diferentes programas de alfabetización que se han desarrollado. Hay un 23% de campesinas lencas analfabetas en ese departamento. El acceso y control de los recursos en su mayoría siempre es más para los hombres que para las mujeres, ya que sólo el 32% de las mujeres tienen tierra a nombre suyo y el 28 por ciento son dueñas de la vivienda.

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